domingo, 21 de febrero de 2010

Mateo y Amadeo

Sigo donde quedé.
El padre Amadeo, claro, le dio la mano a Mateo. No puedo definir con exactitud la expresión de su cara, una mezcla de sorpresa, alivio y ¿celos?. No sé. Mateo tenía la sonrisa ancha como tajada de sandía, como era de esperarse.
El padre hizo una mueca como de hombre ocupado y apurado y se fue.
Quedamos en la reunión del Opus Dei. Parecía más bien una reunión de Encuentros matrimoniales. Todos se presentaban de a parejitas, perfectas y sonrientes. Todos muy amables y educados y, obviamente, profesionales o universitarios en proceso.
Mateo estaba en su salsa. Yo la jugaba de tímida y sumisa, como siempre con Mateo. Así que él hablaba por los dos. ¡Por Dios, cómo hablaba! No paraba con su ego: "porque yo...porque yo..." y así todo el tiempo. Yo era su apéndice y me presentó como a él le gustaba: "Ella es mi novia Eva, futura médica".
En aquel momento estaba en tercer año de medicina. Ya se podía asegurar que iba a llegar a doctora... o, al menos, así lo consideraba mi novio. Sea como sea, Eva a secas no le alcanzaba.
En eso que estaban entre "Escrivá de Balaguer" y "la santificación por el trabajo", le dije por lo bajo a Mateo que iba al baño.
Me escabullí lo más rápido que pude en la casa parroquial buscando al padre Amadeo. Me metí sigilosamente, sin hacer ruido. Escuché el sonido de la ducha. Entonces golpeé la puerta del baño y del otro lado respondió la voz del padre diciendo que estaba "ocupado" y preguntando por quien era. Sin decir "agua va" me metí en el baño y le corrí la cortina de la ducha de un golpe rápido.
Casi se muere de un infarto el cura mientras trataba de tapar lo que, gracias a Dios, era imposible de tapar.
-¿Qué hacés? ¿Estás loca?- Me gritaba espantado-
-Sí, estoy loca y vos sabés porqué.
-No. Nena, mirá, tenés que hacerte ver. Esto no puede ser...
-¿Qué no puede ser?-lo paré de prepo- Ahora estás desnudo en cuerpo y alma frente a mí. Vos sabés que querés lo mismo que yo.
-Definitivamente estás loca. Te tenés que ir...-dijo tomándome del brazo.

En un santiamén me arrodillé y le di una breve muestra de que yo tenía razón. No pudo alejarme. No quiso alejarme.
En eso escuchamos la voz de Mateo que me llamaba...
-Eva...¿dónde estás? ¿Estás bien?...Eva...

6 comentarios:

  1. Y Eva andaba por ahí, haciendo su propio edén...
    Parece que las confesiones van por otro lado ahora...
    Besos

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  2. Qué????????????? es lo que yo pienso??????????????????? me atraganté con un mate.

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  3. Oso: yyy...se hace lo que se puede...
    Un abrazo

    Mariela: Nop
    Un abrazo

    Dolores: Cuidado con lo que te metés en la boca, no te vayas a ahogar.
    Un abrazo

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  4. !Me encanta! Todos somos pecadores. Todos pecamos por acción, omisión o imaginación. ¿Por qué culpar a los demás, cuando secretamente disfrutamos el hacer lo qué hacemos?

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  5. Yo creo que acentuó la fe del sacerdote. Porque que vio el paraíso, quien puede discutirlo?

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