jueves, 25 de febrero de 2010

Visita subrepticia

-Nena, ¿querés cenar? ¿Te caliento la comida en el micro? -vociferó mi vieja ni bien atravesé la puerta.
-No, ma. No voy a comer. No me siento muy bien. Me voy a dormir.

Fui al baño y después entré en mi habitación.
Esperaba que Javito estuviera ahí pero igual me tomó por sorpresa.
Esa noche estaba más excitado que nunca. No me dio tiempo ni a decir "hola". Me esperaba atrás de la puerta. Me agarró de atrás y mientras me sostenía de la cintura con una mano, me desvestía con la otra. Entre susurros y besos apurados, empezamos con el acto medio de "dorapa" nomás.
No sé qué tenía. Yo estaba más caliente que una brasa con lo que había pasado con el cura. Pero qué lo tenía así a él, no lo sé.
Lo bueno de Javito era que no hacían falta explicaciones.
Ya sabíamos para que nos encontrábamos y poníamos todo nuestro empeño en que se lleve a cabo lo mejor posible.
Nada mejor que su "visita higiénica" subrepticia me podía pasar esa noche.
Hasta que, en lo mejor de la tarea, entre gemidos le dije: "dale, Amadeo...más...más...asííí..."

lunes, 22 de febrero de 2010

Mateo y Javito

Salí los más rápido que pude del baño para que Mateo no note nada.
No tuve tiempo de arreglarme el aspecto. Me topé con Mateo en el pasillo ya casi llegando a la capilla.
-¿Dónde estabas, Eva? ¿Por qué estás así, toda sudada? ¿Estás bien?
-No...no me siento bien. Estoy descompuesta.
-Mirate el pelo, bebé...y, ¿Qué tenés en la boca?
-Es que estuve vomitando...
-¿Pero cómo no me dijiste nada que te sentías tan mal?
-No quería preocuparte. Mejor si nos vamos, ¿sí?
-Sí. Igual primero vamos a saludar y explicamos. No quiero quedar mal con esta gente. Vos siempre tan oportuna, mirá. -dijo un poco ofuscado-.

Me arrastró hasta el salón para saludar a la gente del Opus y les explicó que yo me sentía mal pero que estábamos encantados y que íbamos a volver y...y...
Esa manía que tenía de hablar por los dos y de tratarme como subnormal me sacaba de quicio pero me quedaba cómoda. Que él construya su mundo a su antojo, total no perdemos nada-pensaba-.
Nos subimos al auto y me llevó a casa.
Cuando llegamos lo veo a Javito parado en la esquina ocultándose a medias detrás de la visera de la gorra y las rastas y sonriendo de medio lado, a lo guapo de los años 20. Nos miraba fijo y se reía. Pareciera que lo disfrutaba. Yo me morí de amor.
Mateo seguía parlanchiando.
-A ver si la próxima vez te mostrás mejor. Yo entiendo que te descompusiste pero desaparecer así y no hablar ni una palabra. ¿Qué van a pensar de nosotros? Yo no puedo estar salvando todas las situaciones sociales por tu apatía, Evita. Está bien, yo entiendo que te hayas sentido mal. ¿Qué te habrá caído mal? Estás hecha un desastre. Menos mal que te saqué rápido. Estás toda despeinada. Impresentable...impresentable... Espero que la próxima vez estés a la altura de las circunstancias. Yo necesito una mujer que sepa manejarse en mi mismo nivel social, ¿OK, bebé?
-Sí, mi amor. Quedate tranquilo.
-¿Querés que baje con vos y le explique a tus papás?
-No. No es necesario. Además, me voy a acostar en seguida porque todavía me siento débil.

Le di un beso y me bajé. Mateo siempre esperaba a que yo entre a casa antes de irse, por seguridad. Así que no pude más que guiñarle un ojo a Javito. Aunque no necesitaba más.
Apenas se fue Mateo, Javito estaba entrando por la ventana de mi habitación.

domingo, 21 de febrero de 2010

Mateo y Amadeo

Sigo donde quedé.
El padre Amadeo, claro, le dio la mano a Mateo. No puedo definir con exactitud la expresión de su cara, una mezcla de sorpresa, alivio y ¿celos?. No sé. Mateo tenía la sonrisa ancha como tajada de sandía, como era de esperarse.
El padre hizo una mueca como de hombre ocupado y apurado y se fue.
Quedamos en la reunión del Opus Dei. Parecía más bien una reunión de Encuentros matrimoniales. Todos se presentaban de a parejitas, perfectas y sonrientes. Todos muy amables y educados y, obviamente, profesionales o universitarios en proceso.
Mateo estaba en su salsa. Yo la jugaba de tímida y sumisa, como siempre con Mateo. Así que él hablaba por los dos. ¡Por Dios, cómo hablaba! No paraba con su ego: "porque yo...porque yo..." y así todo el tiempo. Yo era su apéndice y me presentó como a él le gustaba: "Ella es mi novia Eva, futura médica".
En aquel momento estaba en tercer año de medicina. Ya se podía asegurar que iba a llegar a doctora... o, al menos, así lo consideraba mi novio. Sea como sea, Eva a secas no le alcanzaba.
En eso que estaban entre "Escrivá de Balaguer" y "la santificación por el trabajo", le dije por lo bajo a Mateo que iba al baño.
Me escabullí lo más rápido que pude en la casa parroquial buscando al padre Amadeo. Me metí sigilosamente, sin hacer ruido. Escuché el sonido de la ducha. Entonces golpeé la puerta del baño y del otro lado respondió la voz del padre diciendo que estaba "ocupado" y preguntando por quien era. Sin decir "agua va" me metí en el baño y le corrí la cortina de la ducha de un golpe rápido.
Casi se muere de un infarto el cura mientras trataba de tapar lo que, gracias a Dios, era imposible de tapar.
-¿Qué hacés? ¿Estás loca?- Me gritaba espantado-
-Sí, estoy loca y vos sabés porqué.
-No. Nena, mirá, tenés que hacerte ver. Esto no puede ser...
-¿Qué no puede ser?-lo paré de prepo- Ahora estás desnudo en cuerpo y alma frente a mí. Vos sabés que querés lo mismo que yo.
-Definitivamente estás loca. Te tenés que ir...-dijo tomándome del brazo.

En un santiamén me arrodillé y le di una breve muestra de que yo tenía razón. No pudo alejarme. No quiso alejarme.
En eso escuchamos la voz de Mateo que me llamaba...
-Eva...¿dónde estás? ¿Estás bien?...Eva...

viernes, 12 de febrero de 2010

Mateo y el Opus

Cuando llegó el día miércoles, yo era una olla a presión. Pero, como he aprendido de la vida de los santos, la paciencia es una gran virtud y puse todo en las manos del Señor. Bueno, no todo.
Fui a las 20:30 hs. a la reunión del Opus Dei en la Parroquia con mi novio Mateo.
"Mateo Vásquez Paz, abogado. Para servirle." Como le gustaba presentarse a sí mismo.
La situación con el padre Amadeo había quedado un poco tensa. Así que me pareció una buena estrategia presentar a mi novio para distender el asunto.
Cuando le conté a Mateo que me habían invitado al Opus Dei, se puso loco de contento. Como él es un hombre de buena familia, un señor abogado y un "niño bien" -claro- le entusiasmó muchísimo la idea de "pertenecer" al Opus. Porque él era católico pero no cualquier católico, sino uno con una profesión renombrada y qué mejor que el Opus Dei para regodearse con sus ínfulas de "Doctor Vásquez Paz" y, como aditivo, sumar puntos a su imagen pública.
Papá y mamá estaban chochos con Mateo. Es que se trataba del muchacho justo para presentarle a los padres: de buena familia, abogado, prolijito, muy muy educado y con intenciones serias.
Ah! Y obviamente, me respetaba. Sí que me respetaba. Demasiado me respetaba, ni una teta era capaz de tocar.
Y como todo tipo presentable, de esos con los que sueñan los padres para sus hijas, era un pelmazo. Claro que, como todo pelmazo, caía siempre bien. No sé cómo ni porqué, pero caía bien.
Ergo, Mateo, era mi pasaporte asegurado para entrar en ese círculo de pedantes profesionales católicos y ganarme la confianza del cura.

-Padre, le presento a mi novio...
-Mateo Vásquez Paz, abogado. Mucho gusto. -estirando la mano-.
-Mucho gusto...-dijo Amadeo-.

viernes, 5 de febrero de 2010

Eso no se hace

Yo que me había acercado a él con confianza, con ternura y hasta con ingenuidad. También había mucha ilusión y algo de pasión, sí, no lo voy a negar pero no me esperaba eso.
Desde siempre la carne fue más fuerte que el espíritu y ni hablar si se trata de mi carne. Nunca me había pasado algo semejante. ¡A mí! ¿¡Cómo se le ocurrió hacerme eso a mí!?
Yo estaba recostada en su falda, como les conté, sentía su olor, el calor de su cuerpo...era inevitable lo que iba a pasar. Tuvo una mal disimulada erección y qué hizo! ¿Saben qué hizo? Me agarró del pelo y me sacó de golpe de encima suyo.
¡Que no podía ser! Gritaba mientras se acomodaba un poco. ¡Que lo perdone! Que...que yo lo estaba provocando y así no pueden ser las cosas....que, que lo respete...y después volvía a pedirme perdón.
No. No. Eso sí que no se lo perdoné nunca.
No se lo iba a decir en ese momento porque no era conveniente. Se la dejé pasar porque la venganza es un plato que se come frío.
Sí. Después fui al Opus Dei y todo el santo rosario como él quería pero también le llegó su hora.
No hay nada que tiente más que un voto de castidad y más si se mantiene.
Pero nadie es tan fuerte como para no doblegarse con estos labios. Ahí no hay piedad.

lunes, 1 de febrero de 2010

Ese domingo...(II)

Como habrán notado, para esa altura, el padre Amadeo ya me voseaba. Igual a mí no me parecía conveniente tratarlo de "vos".
Cuando volvió estaba todo agitado. La gente ya se había ido de la Iglesia y estábamos completamente solos.
Él cerró detrás de sí la puerta de la sacristía. Hizo un ademán raro. Yo creí que iba a echar llave pero se dio vuelta de golpe y sin mediar cortesía alguna me dijo:
-Nena, ¿qué buscás? Decime la verdad. Yo no creo que a vos te muevan impulsos cristianos.
-Padre, no le entiendo -dije con la voz temblorosa al borde del sollozo.
-Disculpá. No quise ofenderte. Es que no sabés, ¡pasa cada cosa acá!
-Sigo sin entenderlo.
-Olvidate. ¿Tenés ganas de trabajar en la parroquia, no? Bueno...vos sos joven...¿Vas a la universidad?
-Sí, estudio medicina, padre.
-Me parece que el mejor lugar para vos, entonces, es el Opus Dei. Ellos se reunen todos los miércoles a las 20 hs. ¿Podés venir a esa hora?
-Sí, claro.
Se lo veía cansado. Como si la charla le hubiese costado una gran cantidad de energía física. Se sentó y se recostó hacia atrás.
Me acerqué despacio y me arrodillé a su lado. Él miraba sorprendido pero no se movía.
Recosté mi cabeza en su falda y le pedí que me dé la bendición.
Él acariciaba mi cabello con ternura sin mediar palabra. Le temblaban las manos.
Ay!...¿cómo seguir?
Cuando les cuente lo que siguió entenderán porqué tuve que hacer lo que hice.