La verdad es que, lo ansiaba, pero no lo esperaba. Además, así de fácil, perdía toda la gracia. No podía hacerme ésto. Era muy aburrido. Entonces, cuando ya parecía que se ahogaba, le dije:
-A mí me pasan cosas muy importantes con vos también pero... desde que apareció Mili en mi vida estoy muy confundida.
-Entiendo. -Dijo sin entender-
Los ojos se le llenaron de lágrimas. Muy apesadumbrado se quitó la estola y se levantó sin decir palabra. Me dio un beso en la frente y salió.
En seguida entró Mili. Con señas le hice entender que estaba muy mal como para hablar y se fue.
Lo cierto es que, a pesar del "te amo" del cura, las cosas no eran tan fáciles. No es que yo sea una histérica neurótica sino que Mili era un obstáculo y busqué la mejor manera para sacarla de mi camino.
Por otro lado, el padrecito no estaba enamorado de mí entonces. Yo tenía que conseguir que efectivamente se enamore de mí pero, para eso, primero tenía que conocerme. Era necesario que yo me desnude en cuerpo y alma ante él para que me ame realmente. Él solamente estaba enamorado de mi lujuriosa boca y, si bien es comprensible dadas mis habilidades amatorias, no era suficiente. No para mí.
Con Mili de mi lado y Amadeo confundido, con esa dulce confusión de la competencia y la fantasía erótica anudadas, yo llevaba todas las de ganar. Aunque, por el momento, primero tenía que ganarle a la cama de convaleciente.
Al otro día me practicaron los análisis de urgencia. Así que, los resultados estuvieron al instante.
"Mononucleosis", dictaminó el papel irrefutablemente.
Mis padres se sintieron aliviados. Era una enfermedad viral que llevaba sus cuidados pero era cuestión de reposar unos días. La nena estaba fuera de peligro. Pero...había una sola manera de contagiarse la llamada "enfermedad del beso".
Mis padres lo miraron con encono a Mateo. Éste, a su vez, no me sacaba los ojos de encima. Puse mi mejor cara de nada. Después de todo, no había nada que yo pudiera explicar.