domingo, 24 de enero de 2010

Primera Confesión

La primera confesión con el padre Amadeo fue más o menos así...
Como ya les conté, yo me había arrodillado en el confesionario para esperar al sacerdote.
Cuando se puso la estola púrpura, empecé a sentirme realmente compungida y pensé en volver al redil sinceramente:
-¡Ave María Purísima!
-Sin pecado concebida, padre.
-Dígame...
-Mire, padre -sólo escuchaba su voz cadenciosa y vislumbraba apenas una sombra de sus labios perfectos-, hace mucho que no me confieso y he faltado mucho a Misa pero quiero volver a ser una devota practicante y ayudar en lo que pueda en la parroquia.
-Eso es muy bueno, hija. Siempre hacen falta manos que colaboren en la obra del Señor.
-Yo no soy su hija.
-Claro...es sólo una forma afectuosa de llamar a las hijas espirituales...
-Pero yo no soy su hija. Usted es un hombre y yo una mujer.
-Pero yo soy sacerdote...
-Eso no cambia la naturaleza, señor cura.
-Es verdad lo que dice, señorita, pero sepa respetar mi investidura.
-Yo no le he faltado el respeto. Solamente estaba charlando.
-Está bien. ¿Algo más que quiera confesar?
-Sí. He tenido pensamientos impuros con un hombre prohibido. ¿Quiere que le cuente por qué es prohibido?
-No, no hace falta. Es necesario que se lo quite cuanto antes de la cabeza.
-Lo sé. Por eso lo confieso.
-¿Algo más?
-Sí. ¿Cómo se llama, padre?
-Soy el padre Amadeo.
-Bello nombre para un sacerdote...No recuerdo nada más. Absuélvame, padre, que he pecado.
-Bien...de penitencia le va a rezar un misterio del rosario a la Virgen Dolorosa para que purifique su alma y sus pensamientos.
-Yo quisiera realmente enmendarme ayudando en la Iglesia. ¿Qué puedo hacer?
-Venga el domingo a la Misa de 10 y después hablamos.
-Está bien, padre. Gracias.

Recé el pésame como mejor me salió, me absolvió y me fui al banco a cumplir con la penitencia encomendada poniendo la mejor cara de estampita posible. Trataba de imitar hasta en los gestos a las imágenes santísimas que me rodeaban.
Realmente quería cambiar pero no podía dejar de pensar en el domingo y esa charla que parecía una promesa...el nombre de Amadeo resonaba suave y dulce en mi cabeza

11 comentarios:

  1. Viene de confesiones y de amores prohibidos la cosa...

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  2. yo creo que los curas deberían casarse...

    hola!

    besos

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  3. No he conocido otra historia así, pero debe ser porque no me la han contado.

    Saludos.

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  4. Oso: Eso parece. Un abrazo

    Galán: Hola! Yo creo lo mismo. Un abrazo

    Mariela: Yo te voy a contar. Vos tené paciencia nomás. Un abrazo

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  5. Yo también creo que los curas deberían tener su familia.
    Y yo también tuve mi historia prohibida, aunque no por eso menos hermosa.
    Un beso

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  6. Los curas no saben de nada y quieren enseñar de todo..

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  7. Esto pinta maravillosamente bien. Amadeo suena al nombre de una de las formas de la lujuria (te dejo la tarea)
    Un beso ni casto ni puro

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  8. No hay amores prohibidos....los hay fracasado, imposibles y absurdos pero no imposibles...

    Saludos

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  9. Dolores: Epa! Quiero saber más! Un abrazo

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  10. Jordim: Yo no generalizaría tanto acerca de lo que saben o no saben los curas. Sí creo que enseñan cualquier cosa. Saludos cordiales

    Marcelo: Un vez Amadeo me confesó que era "misionero". ¿Aprobé la tarea?
    Un beso (sin atributos)

    Julia: Concuerdo absolutamente con vos. Saludos cordiales

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  11. Eva, me parece que te ví en la iglesia cumpliendo tu penitencia y...tenías algo en la postura que em recordaba a la virgen de la Macarena, pero tu mirada...no era la de una virgen...

    besitos

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