sábado, 1 de mayo de 2010

Náuseas

Cuando, por fin, pude reaccionar me separé de Mili de un empujón. Casi la azoto contra la pared. Mientras buscaba la estabilidad, le dije:
-¡Pará, loca! ¿Qué hacés, tarada? ¿Qué carajo te pasa?
-Tranquila...yo no te voy a hacer nada que vos no quieras.
-No, no, no. Mirá, chiquita, yo te voy a explicar. A mí no me vas a manipular con esa frasesita tan trillada. Para que te quede más claro, yo inventé esa frase antes de que vos aprendas a decir "mamá".
-Pero, ¿Cuántos años tenés?
Me sentí un poco acorralada por la pregunta pero no me dejo apurar así nomás, así que le dije:
-Digamos que soy una estudiante universitaria y punto. ¿A vos qué te importa? Además, acá estamos barajando otra cosa. ¡No te me acerques! Te lo advierto una vez. Solamente una vez.
En eso sentimos que golpean la puerta y la madre de Mili entró para avisarnos que estaba el postre servido.
Yo le dije que le agradecía pero que, por lo visto, la falta de costumbre al alcohol me había hecho marear y que me iba a mi casa.
Fui al comedor casi corriendo. Parecía desesperada. La vieja les anunció a todos mi estado de beoda inexperta y Amadeo se ofreció muy cortésmente a acompañarme para que no me pase nada.
Eso me tranquilizó. No quería dejarlo ahí a disposición de mi nueva promiscua amiga.
Salimos juntos caminando lentamente. Me cedió el brazo. Caminábamos callados. La tensión erizaba hasta las pestañas.
Amadeo no aguantó el silencio. Por lo visto, lo incomodaba, o bien, tenía algo para decir.
-Eva, tengo algo que decirte...
-Ahora, no, Amadeo. Por favor.
-¿Qué te pasa? ¿Saliste muy nerviosa del cuarto de Mili?
-Lo único que te puedo decir es que esa mina está loca y que te conviene alejarte.
-¡Ja! ¡Mirá quién habla!
-¿Te estás burlando de mí? ¿Para eso querés hablar?
-No. No. No me malinterpretes. Lo que pasa es que me volvés loco. Desde "esa vez" en la parroquia, no puedo dejar de pensar en vos. No sé qué hacer...
-Mirá. Yo no estoy borracha. Solamente me quería ir y me puedo ir sola hasta mi casa. Me parece que estás confundido. ¿Podemos dejar esta charla acá?
-No te entiendo.
-No hace falta. Chau.
Y me fui. Él se quedó estupefacto mirándome caminar un largo trecho hasta que doblé la esquina y lo perdí de vista.
Cuando llegué a mi casa, me mandé para mi habitación como tren lleno. Parecía que la cabeza me iba a explotar.
Pero, cuando entro, me encuentro a Javito recostado en mi cama esperándome.
Se levantó de un salto y fue a abrazarme (a apretarme). Le esquivé el cuerpo y reaccionó mal.
-¿Qué te pasa, nena? Hace rato que te estoy esperando, mamita, para hacerte unos mimos.
-Andate -le dije-.
-Pará, loca, a mí no me tratés así. Yo no soy tu juguete, tu semental.
Y me agarró del brazo como para forzarme. Entonces saqué el bisturí y lo amenacé.
-Andate, te dije. Yo no estoy jugando.
Retrocedió asustado y se escabulló por la ventana.
Al fin, pude recostarme en la cama y descansar un poco aunque todo me daba vueltas en la cabeza y en el estómago. Recuerdo que varias veces tuve que levantarme para ir al baño con la sensación de vomitar pero no podía.
Las náuseas no eran un estado emocional que yo conociera hasta entonces.

4 comentarios:

  1. Siempre supuese que para romper reglas y cánones no había mejor que una mujer y tu relato me lo ha confirmado.

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  2. Era para tanto Eva??? :)
    Ojalá que te repongas de ese estado calamitoso en que te dejó la embestida de Mili y avances con el apdrecito que quedó desconcertado .

    besitos!

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  3. ¿Náuseas por el beso? Y sí, hay cosas que no son para todos.

    Saludos.

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  4. La Evita evita el contacto. Y el cura se comporta un poco pavo, ¿no?
    Seguimos a ver qué pasa!!
    Besos

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