domingo, 21 de marzo de 2010

Con el bisturí en la cartera

Los días siguientes me sumí en una tristeza bastante profunda. Le daba vueltas en mi cabeza a la situación pero no hallaba las respuestas. Y no las iba a hallar tirada en la cama.
Cuando llegó el domingo, me levanté al amanecer. Me duché -hacía días que no lo hacía-, me arreglé lo mejor que pude, agarré el bisturí que me había robado en la morgue aquel día de incertidumbre, lo puse en la cartera y salí.
El bisturí ya era una especie de amuleto para mí. La sensación de consuelo que me había proporcionado parecía envolverlo. Al poseerlo, llevaba esa sensación conmigo y me sentía segura y fuerte.
De vez en cuando, lo acariciaba dentro de la cartera o lo tanteaba por fuera como para asegurarme de que mi amuleto seguía acompañándome.
Llegué a la parroquia y estaba casi desierta.
El padre Amadeo ya se encontraba en el confesionario así que me acerqué, me arrodillé y comencé mi confesión.
-Ave María Purísima.
-Sin pecado concebida, hija. ¿Cuáles son tus pecados?
-¡Qué hija ni que carajo! ¿A vos te parece que podés decirme hija después de lo que pasó el otro día?
-Shhh...Shhh...-Chitaba como loco, desesperado por el miedo a que alguien me escuche-.
-¡A mí no me chités, eh! Yo voy a decir todo lo que tenga que decir. ¿O vos te creés que actuar en la forma en que lo hiciste conmigo es gratuito?
-Por favor...bajá la voz -me suplicaba entre dientes.
Me calmé en apariencia y seguí. Al fin y al cabo, yo iba a buscar respuestas así que debía hacer preguntas.
-Decime una cosa, ¿me podés explicar para qué me llamaste la otra noche cuando no me dijiste nada y me llorabas en la oreja como un nene de pecho?
-Es que estaba muy triste y no sabía con quien hablar...pensé en vos...necesitaba consuelo...es que...es que murió mi mamá.
-Ajá! ¿Y al otro día, encontraste consuelo en los brazos de otra?
-¿De qué hablás? Te estoy diciendo que murió mi mamá y vos...
-No, no, no. No me saques de tema. Te vi. Te vi en la cocina abrazado a esa minita de la Acción Católica. ¿Cómo es que se llama?
-Mili...
-Sí, esa, Mili. ¿Qué pasa con Mili?
-No pasa nada. Solamente me vio mal y me abrazó. Además, no tengo que darte explicaciones.
-¿Así que no? ¿Y me querés hacer creer que la tal Mili es una carmelita descalza y no pasa nada?
-No sé qué te pasa. Yo creí que eras distinta...
-¿Distinta? ¿Cómo? ¿Como Mili?

Y me levanté ofuscada y me fui a sentar al banco del fondo de la Iglesia. Me temblaban las manos. Los celos me tenían enceguecida. Es que cuando algo tan fuerte como lo mío con Amadeo te llega, no lo podés manejar.
Acariciaba nerviosa el bisturí en el fondo de mi cartera. En eso, veo que entra Mili con la guitarra. Es que también sabía tocar la guitarra y cantar como los ángeles la muy yegua.
Ni lo pensé. Me acerqué y la saludé.
-Hola. ¿Vos sos Mili?
-Sí. ¿Qué pasa?
-Nada. Solamente quería hacerte una preguntita y hablar con vos por una cosa.

6 comentarios:

  1. Pobre Mili, que canta como un ángel!!! :)
    pero...me parece que vos haces otras cosas como un ángel...;)
    pude dejar un comentario en la otra entrada Evaredentora!!!!..espero lograrlo ahora.
    Besitos. Te sigo leyendo.

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  2. Ana: Como una sirena cantaba. Pero yo no soy de darme por vencida así nomás. Tenía que luchar por lo mío, como un ángel o como el mismísimo Lucifer, pero no me iba a ganar Mili. jaja
    Gracias por seguir la lectura.
    Un abrazo

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  3. Temo por Mili....jajaja

    Saludos!!!!!!!

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  4. Es que los celos son así. Te entiendo.

    Saludos.

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  5. ¿Algún milagro salvará a Mili?
    Esto se pone muuy bueno...
    Besos

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  6. Anavril: Hacés bien jaja
    Un abrazo

    Mariela: Me estás asustando.
    Un abrazo

    Oso: Dios dirá.
    Besos

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